miércoles, 16 de noviembre de 2016

Volante y Accidente. Ernestina de Champourcin.

Hasta hace unos 35 años en que el ordenador personal llegó a nuestras vidas, posiblemente el artefacto tecnológico más popular en el siglo XX fue el automóvil, cuya aparición en la poesía española se produce a finales de la década de 1920. Así, por ejemplo, varias poetisas de la generación del 27 hacen aparecer a los automóviles en algunos de sus poemas.


Ernestina de Champourcín en su juventud


De Ernestina de Champourcin son los dos poemas que hoy añadimos a poesía y ciencia. El primero, Volante, muestra la fascinación por la modernidad del automóvil que es mecánica,  velocidad y olor a gasolina. En el segundo, titulado Accidente, se presenta el dolor de la juventud deshecha y la muerte en la  cuneta de los primeros accidentes de tráfico.  

Volante

He soñado tus manos
precisas, enguantadas
esquivando a su antojo
las embestidas del viento.

Al impulso más leve
– fuerza plena, medida –
giraba cauteloso
el aro de madera.

Nos acecharon, torvos,
los cuernos del espacio,
pero tus palmas rígidas
guardaban el secreto
de toda resistencia.

¡Dame tus dedos, acres
de olor a gasolina.
Esos dedos cerrados
que precintan la oscura
mercancía del vértigo.

¡Ellos me harán correr
hasta encontrar mi vida!


Accidente

Nuestras manos acechan
una rosa distante,
que llega consumida,
persiguiendo en el aire
sus cien rumbos tronchados.

Vientos de perdición
le taladran las sienes.

¡Pobre flor esquemática,
en vano intentaremos
soldar a un nuevo fallo
tu juventud deshecha!

Nunca más los caminos,
ni el susto delicioso
de la escondida curva
ni el abrazo del polvo
incitante, reseco.

Ya todo será oscuro.
Viejos hierros decrépitos
mancharán de negrura
tu vigor abdicado.

Llora un claxon tu muerte,
sin alma, en la cuneta.

                                           De La voz del viento, 1932.

Ernestina de Champourcin. 
(Vitoria, 1905 – Madrid, 1999)

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