lunes, 15 de agosto de 2016

Dolores Vargas: adiós.

Es este agosto inclemente del secarral castellano en que bien podrían salir, por Torredondo, con la vía del AVE al fondo; de por los rastrojos, digo, que podrían salir John Wayne y su compañero, centauros del desierto, montados a caballo bajo un sol abrasador.

En este país profundamente salvaje en que haciendo unos “mandáos” por Segovia, a las seis de la tarde, recalas en un bar y un desmejorado “donandresoctogenario”, bohemio y desatado, se está apretando una copa de ginebra a palo seco y otro paisano de la misma quinta, en la barra, se toma un café con leche hirviente con unas patatas ali oli.



En este lunes ocho de agosto en que ha muerto La Terremoto y sentimos un escalofrío como del fin de una época. Ya no hay cantantes así, ni carreras artísticas semejante.

Uno se pregunta de dónde salía ese genio, esa energía sin par, ese espontáneo descaro. Sería preciso que alguien completara una minuciosa biografía artística de Dolores Vargas. Para ponerla en valor como compositora de Achilipú o como intérprete incomparable de la cumbia La Piragua, que versionó – visionaria – en 1970; sólo 3 años después de su creación por el colombiano José Benito Barros.

Brío y dramatismo,  siempre, en la interpretación y pura poesía estremecida la letra de La piragua

… impasible desafiaba la tormenta
un ejercito de estrellas la seguía
tachonándola de luz y de leyenda

que bien podría servir, en esta hora, como homenaje a Dolores Vargas.

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