miércoles, 31 de agosto de 2016

Menú del día y evolución de la tecnología

Comida con JSB, el observador perezoso, autor de la interesante Guía de perplejos en este blog que se quedó interrumpida, por el momento, en su décima entrega. Un menú en el sitio de siempre, calle Martínez Campos; casi frente a lo que fue muchos años el Grupo Escolar Joaquín Sorolla, (donde anteriormente tuvo su sede la Institución Libre de Enseñanza).


Actuales números 14 y 16 del Paseo del General Martínez Campos

Les ahorro el relato detallado de nuestras divagaciones. Solo diré que hablamos, entre otros items, de: el número de comprimidos de las cajas de antihipertensivos; de los tiempos del cine mudo en que se podían ver las películas por ambos lados de la pantalla (las entradas en que los subtítulos se veían al revés eran más baratas); de Dolores Vargas - de la que JSB recordaba sus Macarrones caldosos, con más gusto que La piragua, de poesía - de la que a JSB no le acaba de convencer que se desperdicie tanto papel, a lo que el que suscribe le responde que más papel se gasta a lo bobo con las novelas horrorosas de cientos de hojas, etc....; y así sucesivamente.


Un menú del día, (más o menos)

De la sobremesa quedó una reflexión de JSB que, no me queda más remedio, les relato a continuación. Dijo:

"Hemos tenido suerte - no se si buena o mala - con la evolución de la tecnología que hemos visto en nuestra vida. Hemos pasado por tres fases. En la primera sabíamos lo que llevaban por dentro los aparatos: sabíamos como funcionaban y sabíamos usarlos. Después, con los inicios de la electrónica - transistores - y de la programación, dejamos de saber bien lo que llevaban, no sabíamos, en suma, cómo funcionaban pero sabíamos usarlos.... Y ahora estamos en la tercera; en que ni sabemos cómo funcionan los aparatos y ni sabemos, tampoco, cómo usarlos."

Quede para otro rato la visión de que nuestro futuro es ser robots en manos de las máquinas, que también se habló de ésto.



jueves, 25 de agosto de 2016

Caída de caballo.... de cartón

A estas alturas en que, posiblemente me esté volviendo bastante cascarrabias, solo hay algo que me molesta más que las afirmaciones obvias y los lugares comunes. Ese algo son las caídas del guindo a destiempo.

Debemos al gran Pablo de Tarso, además de la mayor parte de la construcción del cristianismo, ser el protagonista de esa formidable imagen de la "caída del caballo", mediante la cual dejó atrás instantáneamente su pasado fariseo y abrazó la causa del Nazareno.


Conversión de San Pablo camino de Damasco.
Caravaggio (de Wikipedia)

Lo anterior viene a cuento de Miguel Ángel Fernández Ordóñez, ese grandísimo "moderno", que se ha despachado hace unos días en EL PAÍS con un artículo aborreciendo del sistema bancario, de los propios bancos y de su regulación; proponiendo una liberalización bastante incomprensible hacia no se sabe qué instituciones bancarias de "la señorita Pepis": ¿cooperativas de crédito?, ¿banquitos municipales?, ¿chiringuitos de asociaciones de vecinos?....

Uno no sabe si con este aliento desregulatorio, al final, no se desembocaría en nuevas "rumasas", "forumfilatélicos" u otras yerbas de estafas piramidales similares. Además que ya está la cosa liberalizada: ¿no hay ya instituciones que - sin supervisión del banco de España - bajo diferentes formas están dando créditos que ¡ah, sorpresa! son usurarios?.

Pero lo asombroso es que lo diga él, que fue Gobernador del Banco de España. ¡A buenas horas! Esos humos...., cuando tuvo varios años el mejor despacho del edificio de la plaza de Cibeles.

De bombero inepto a ingenuo pirómano. Lo dicho una falsaria caída de caballo o una fastuosa caída de caballo... de cartón.

lunes, 15 de agosto de 2016

Dolores Vargas: adiós.

Es este agosto inclemente del secarral castellano en que bien podrían salir, por Torredondo, con la vía del AVE al fondo; de por los rastrojos, digo, que podrían salir John Wayne y su compañero, centauros del desierto, montados a caballo bajo un sol abrasador.

En este país profundamente salvaje en que haciendo unos “mandáos” por Segovia, a las seis de la tarde, recalas en un bar y un desmejorado “donandresoctogenario”, bohemio y desatado, se está apretando una copa de ginebra a palo seco y otro paisano de la misma quinta, en la barra, se toma un café con leche hirviente con unas patatas ali oli.



En este lunes ocho de agosto en que ha muerto La Terremoto y sentimos un escalofrío como del fin de una época. Ya no hay cantantes así, ni carreras artísticas semejante.

Uno se pregunta de dónde salía ese genio, esa energía sin par, ese espontáneo descaro. Sería preciso que alguien completara una minuciosa biografía artística de Dolores Vargas. Para ponerla en valor como compositora de Achilipú o como intérprete incomparable de la cumbia La Piragua, que versionó – visionaria – en 1970; sólo 3 años después de su creación por el colombiano José Benito Barros.

Brío y dramatismo,  siempre, en la interpretación y pura poesía estremecida la letra de La piragua

… impasible desafiaba la tormenta
un ejercito de estrellas la seguía
tachonándola de luz y de leyenda

que bien podría servir, en esta hora, como homenaje a Dolores Vargas.