viernes, 20 de mayo de 2016

Shane (Raíces profundas)

Descubrí a mediados del año pasado, en  la Biblioteca Municipal de Pozuelo de Alarcón, la colección Fronteras de la Editorial Valdemar, que está dedicada a los clásicos del Oeste americano. Novelas y relatos de gran valor literario, muchos de los cuales son las fuentes de los western cinematográficos más clásicos.


Así está en la colección Dorothy Johnson, autora de los relatos que sirvieron de inspiración a las películas Un hombre llamado caballo, El hombre que mató a Liberty Balance y El árbol del ahorcado. También James W. Belach autor de las historias en las que John Ford se basó para realizar su trilogía sobre la caballería: Fort Apache, La legión invencible y Río Grande. O Centauros del desierto, novela escrita por Alan Le May en que se basa el inolvidable western de mismo título, protagonizado por John Wayne.

Y estas navidades me enteré, de casualidad, de la edición de Shane, el relato de Jack Shaeferen el que se basó la que, en opinión de este buzo, es la mejor película de Oeste de todos los tiempos: Raíces profundas de 1953, dirigida por George Stevens. Mi petición especial a los Reyes Magos se vio felizmente atendida y de la misma forma, felizmente, la devoré y disfruté.


Recuerden. Desde la valla de un rancho un niño (el pequeño Joey Starrett) observa cómo se va acercando un jinete a caballo. Es Shane, (Allan Ladd). El breve resumen que ofrece la editorial Valdemar dice:

La acción de Shane transcurre en Wyoming, en 1889. A la granja de los Starret llega un misterioso jinete. Está de paso, viste de oscuro y, aunque resulta sombrío, parece educado. Conquistados por su enigmático atractivo, el matrimonio de colonos invita al forastero a comer y pernoctar. El recién llegado pide que le llamen Shane y se muestra cortesmente evasivo sobre su pasado. Los Starret cuentan a su invitado que los colonos que ocupan aquellas tierras son acosados por Luke Fletcher, propietario de un extenso rancho, que quiere echarlos de sus tierras para incrementar su explotación ganadera. Inevitablemente, la amistad de Shane con los Starret le llevará a alinearse con ellos frente al pequeño ejército privado del ranchero.

El sobrio y grandioso estilo del relato (que está, también, en la película). Es el fascinante punto de vista (más acentuado en la película) del niño el que mira y que cuenta; como en Matar a un ruiseñor. Y hay más cosas que pueden leer en el artículo, sobre la película, que escribe con tanto entusiasmo como maestría  Rafael Narbona en Revista de Libros, que espero que les guste.

Dos cosas para el final. Primero, yo, como Narbona, también he visto Shane o Raíces profundas quince o veinte veces. Y segundo, Shane, en el libro, va vestido de negro, igual que el malo (Jack Palance) en la película.

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