jueves, 26 de mayo de 2016

Soneto. Enrique Velázquez

A veces uno se encuentra con poemas que ofrecen una continuación evidente de la felicidad con que se ejerce el oficio científico y que constituyen una entrañable muestra de la divulgación de la materia científica que se practica. 



Es lo que creemos que ocurre con este Soneto dedicado a las matemáticas en general, pasando por integrales y tangentes, del matemático Enrique Velázquez.

Soneto

Yo guardo en mi baúl de matemático
ideas y conceptos racionales:
asíntotas, entornos, integrales
y el punto, que es tan ralo y axiomático.

Tomando las funciones de gramático
reciclo palabrejas magistrales:
afijos, decrementos, ideales;
y pretendo ser claro y sistemático.

¿Mas cómo han de faltar en esta glosa
los vectores, el π de tanta fama,
la tangente, de imagen tan hermosa,

la bella derivada, que es su hermana?
Hay mucho que nombrar, hay tanta cosa
que acaso yo precise otra mañana.

Enrique Velázquez


viernes, 20 de mayo de 2016

Shane (Raíces profundas)

Descubrí a mediados del año pasado, en  la Biblioteca Municipal de Pozuelo de Alarcón, la colección Fronteras de la Editorial Valdemar, que está dedicada a los clásicos del Oeste americano. Novelas y relatos de gran valor literario, muchos de los cuales son las fuentes de los western cinematográficos más clásicos.


Así está en la colección Dorothy Johnson, autora de los relatos que sirvieron de inspiración a las películas Un hombre llamado caballo, El hombre que mató a Liberty Balance y El árbol del ahorcado. También James W. Belach autor de las historias en las que John Ford se basó para realizar su trilogía sobre la caballería: Fort Apache, La legión invencible y Río Grande. O Centauros del desierto, novela escrita por Alan Le May en que se basa el inolvidable western de mismo título, protagonizado por John Wayne.

Y estas navidades me enteré, de casualidad, de la edición de Shane, el relato de Jack Shaeferen el que se basó la que, en opinión de este buzo, es la mejor película de Oeste de todos los tiempos: Raíces profundas de 1953, dirigida por George Stevens. Mi petición especial a los Reyes Magos se vio felizmente atendida y de la misma forma, felizmente, la devoré y disfruté.


Recuerden. Desde la valla de un rancho un niño (el pequeño Joey Starrett) observa cómo se va acercando un jinete a caballo. Es Shane, (Allan Ladd). El breve resumen que ofrece la editorial Valdemar dice:

La acción de Shane transcurre en Wyoming, en 1889. A la granja de los Starret llega un misterioso jinete. Está de paso, viste de oscuro y, aunque resulta sombrío, parece educado. Conquistados por su enigmático atractivo, el matrimonio de colonos invita al forastero a comer y pernoctar. El recién llegado pide que le llamen Shane y se muestra cortesmente evasivo sobre su pasado. Los Starret cuentan a su invitado que los colonos que ocupan aquellas tierras son acosados por Luke Fletcher, propietario de un extenso rancho, que quiere echarlos de sus tierras para incrementar su explotación ganadera. Inevitablemente, la amistad de Shane con los Starret le llevará a alinearse con ellos frente al pequeño ejército privado del ranchero.

El sobrio y grandioso estilo del relato (que está, también, en la película). Es el fascinante punto de vista (más acentuado en la película) del niño el que mira y que cuenta; como en Matar a un ruiseñor. Y hay más cosas que pueden leer en el artículo, sobre la película, que escribe con tanto entusiasmo como maestría  Rafael Narbona en Revista de Libros, que espero que les guste.

Dos cosas para el final. Primero, yo, como Narbona, también he visto Shane o Raíces profundas quince o veinte veces. Y segundo, Shane, en el libro, va vestido de negro, igual que el malo (Jack Palance) en la película.

miércoles, 18 de mayo de 2016

Calcular. Jesús Aguado.

En el poema Calcular, de Jesús Aguado, el mundo de los números plantea un panorama bastante inquietante. Números como seres depresivos en estado de postración que moderan su ansiedad con nuestras vidas. Números insolidarios que se desprecian entre si y que se muerden al cuadrado.



Una pesadilla de números como cerdos endemoniados que ansiamos  ver despeñados – como en el pasaje evangélico de los gadarenos en Lucas 8-33 – y que retornen al gran cero lo que, sin duda, alude al enigmático poema homónimo de Antonio Machado.

Calcular

los números son seres depresivos
cualquier total les sume en un estado
de sucia postración

los números moderan su ansiedad
con nuestras vidas

nos descuentan nos restan

los números no creen en los números
se aplastan mutuamente
en columnas de nada
se desprecian
se muerden al cuadrado

los números son cerdos
endemoniados

que se despeñen
que vuelvan al gran cero

Jesús Aguado. (Madrid, 1961).

Mentirillas. Elia Fleta.

Mentirillas de Elia Fleta es posiblemente la canción más cool del pop español de los años sesenta.

Elia Fleta, hija de uno de los más grandes tenores españoles, Miguel Fleta, tenía ya tras sí, toda una carrera en la música ligera. Había comenzado su carrera musical en 1952 formando, con su hermana Paloma, el dúo Las hermanas Fleta que tuvieron un éxito enorme en esos años.




Las hermanas Fleta

En la página web La Fonoteca se indica textualmente lo siguiente:

En un país aislado de cualquier moda, dominado de cabo a rabo por la copla, el tango y la música mexicana, su estilo internacional pronto marca un timbre de distinción y sus canciones son demandadas una y otra vez en los programas de canciones dedicadas que tanto abundaban en la radio de aquel tiempo.

De esa época quedan sus giras triunfantes por Hispanoamérica y sus grandes éxitos como, por ejemplo, Chino-Li-Wong, El Cha-cha-cha del Tren, Ya Sé que Tienes Novio o Háblame sin Palabras.

Deshecho el dúo, Elia Fleta continúa su carrera en solitario que comienza con fuerza  con Luna de Benidorm compuesta por Augusto Algueró, pero que va decayendo con no demasiado éxito. Llega entonces un parón en su carrera del que la rescata Juan Carlos Calderón, que la introduce en el mundo del jazz, un estilo muy querido por Elia, pero al que nunca se había dedicado, actuando con el músico cántabro en el “Bourbon Jazz” de Madrid.




A través del batería Peer Wyboris entra en contacto con Tete Montoliu, pasando durante unos meses a integrarse en el grupo del genial pianista ciego, con el que graba el disco “Tete Montoliu Presenta Elia Fleta” en 1966, un EP en el que canta en catalán estándares del jazz y melodías clásicas en el repertorio internacional como Satin Doll Las hojas muertas, entre otras.

Vuelve a Madrid continuando un tiempo en el ámbito del jazz, colaborando con músicos de la talla de Pedro Iturralde, Joe Moro, Vlady Bas y el propio Juan Carlos Calderón, dejando constancia de esa época jazzística el disco “Elia Fleta y el Jazztet de Madrid” de 1967.

En 1968 Elia Fleta intenta reinventar su carrera como vocalista pop y cargada de experiencia y swing graba el sencillo que en la cara A llevaba el tema “Tomando café”, del que no he encontrado rastro sonoro en la red y ya lo siento, a tenor de lo que de ella se indica en la web La Fonoteca:

La veterana cantante da la medida sobradamente, canta de maravilla muy bien arropada por la orquesta dirigida por Rafael Ibarbia. Muestra una profundidad y un dominio del fraseo vocal como pocas veces se ha escuchado en voces femeninas españolas.




La cara B, contiene la maravillosa Mentirillas que mencioné al principio. La canción tiene una letra aparentemente tontona pero Elia Fleta está maravillosa, exhibiendo su voz y su vibrante swing acompañada por una soberbia percusión (¿a un doble tempo?) sujeta por un piano potente y sobrio, con toques de vibráfono (¿hay algo más cool que el sonido de un vibráfono?) y un muy medido contrapunto de trompetas con sordina.

Una delicia de canción, recién descubierta por el buzo, incluida en un cargamento de temas del inicio del pop en español de finales de los años cincuenta y de los años sesenta: auténticos “incunables”, regalo de un buen amigo.

Una gozada para los que amamos la música de esa época. Así que creo que con Mentirillas vamos a inaugurar en La perplejidad del buzo una etiqueta de "Incunables" en honor a este CD en el que ha empaquetado 212 canciones, ¡nada menos!; a cual mejor y más pimpante.