martes, 15 de julio de 2014

De vuelta al calorón

Vuelvo a este Madrid de nuestros pecados donde el verano seco, africano y extenuante ha llegado de golpe. Y el contraste es fuerte desde dónde vengo, el norte de Portugal y de la Ría de Pontevedra. Ahí hemos estado en esas pequeñas grandes ciudades de Portugal, educadas y silenciosas, decorosas y limpias: Guimaraes, Barcellos, Povoa de Varzim...



Playas de Povoa de Varzim

Casí igual que el nuevoriquismo cutre que señorea las noches de Sanjenjo, en que han destrozado con una retahila de bares de copas y de restaurantes de quiero y no puedo lo que antes era el barrio de pescadores, ese nuevo paseo marítimo con bloques de a ocho plantas con el nuevo puerto y amarres, con los barcos deportivos a quince metros de la Playa de Panadeira que, obvio es decirlo, se han cargado.

Mi amigo J, que mamó esa tierra de pequeño, es un pesimista. Sostiene que la capacidad del pueblo gallego para cargarse el litoral es extraordinaria; lo nunca visto. "No te puedes imaginar Pedro; la Ría de Pontevedra era el paraíso... y se lo han cargado". Algo debe haber de cierto. 

Por la carretera de la costa de Sanjenjo a Pontevedra, hay una rotonda absurda con un letrero desopilante que te manda - si quieres - a algo así como "Terrenos urbanizables 1 y 18". Y allí se pueden ver, monte abajo y al fondo la Ría, las carreterillas y farolas que, dentro de no mucho, se habrán de rellenar de chaletes y piscinillas para cargarse otro trozo más de esa costa que un día fue el paraíso.




Vista de la Playa de Areas

Menos mal que el destrozo no ha llegado aún del todo a Areas y su playa, cuyas arenas y las gentes que por allí paran siguen siendo la gloria de la tierra. Allí echamos el día - con sus correspondientes cervezas, albariños y empanadas - entre la playa y la umbrosa y tranquila terraza del Hotel Riveiro. Eso, como Portugal, sí que vale el viaje.

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